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Entramos ya a febrero, el mes de Cupido, mes de los enamorados y de todas las vertientes comerciales que le sacan jugo al hecho de que el amor es una cosa esplendorosa. En otras ocasiones en éste espacio he compartido con Ustedes mis puntos de vista al respecto; ahora, quiero aprovechar la oportunidad para tratar el asunto del amor a la pareja de una manera desenfadada y con una cierta dosis de sentido del humor. Dicho con mayor exactitud, nos centraremos en el desamor a la pareja.

En marzo pasado, Carla de la Lá, describía en su columna en www.larazon.es  lo que para ella, constituían diez motivos para divorciarse ipso facto.  Hoy abundaremos al respecto. Si bien el INEGI, reporta que las principales causas de divorcio en nuestro país son la disolución incausada (divorcio exprés) y el de mutuo acuerdo, las etiologías más frecuentes a las que sí se les identifica causa son: el abandono del hogar, la violencia intrafamiliar y el adulterio o infidelidad.

Afirmar que un divorcio es “incausado” no tiene lógica. Tan real como que el sol sale diariamente por el firmamento, es que “alguna” o “algunas” variables operaron como detonantes de la ruptura. Las cosas no pasan solo porque sí. Algo similar podemos decir de los divorcios de mutuo acuerdo. Los contrayentes “acuerdan” separarse por algo, no solo porque se les ocurrió. Hoy no abundaremos sobre estos causales, al menos desde una perspectiva psicológica, sociológica o jurídica. Dejaremos esto para después. Nos basaremos mejor en la antropología y para no hacernos muchas bolas, lo haremos desde la perspectiva del sentido común. La gente se divorcia básicamente porque ya no puede convivir con el otro. ¿Y qué motivos pueden hacernos terminar esa convivencia amorosa?

1.- Falta de higiene. Y es que está canijo besar los labios y meterle la lengua a otra boca que despide olores semejantes a los de una fosa séptica; o acercarte a otra persona que cuando te abraza y levanta sus brazos o separa sus piernas, sus bisagras emiten efluvios que para ser benignos, dejan un picor para el cual resulta imposible no apretar los orificios nasales con el pulgar y el índice de la mano. Y qué decir del característico olor a queso añejo que ciertos pies emiten cuando el calzado que portan es separado de ellos. Solo si el otro es igual de sucio la convivencia se antoja posible, porque si no, continuarla se torna en un camino seguro a la santidad. 

2.- Mentiras. Es difícil decidir qué es peor, si soportar a un mentiroso o a un amante de la verdad. Y es que hay mentirillas, mentiras y mentirotas. La tragedia que conlleva mentir es que se corre el riesgo de perder la confianza del otro. Y vivir con alguien en quien no confías… pues cada quien. La mentira, es un terreno minado; y ya sabemos lo que sucede cuando pisas una. 

3.- Hiposexualidad. La actividad sexual es la herramienta diferencial del amor marital, en relación a otras relaciones amorosas (fraternal, filial, parental). Si ambos cónyuges son unos ascetas que aceptan sin mayor sufrimiento eliminar o reducir las expresiones sexuales hasta el momento que se presente una conjunción planetaria, perfecto. Pero si uno anda ganoso y el otro no se da por aludido, más como regla que por excepción, surgirá la frustración como resultante. Y en éstos casos resulta casi profético parafrasear a Benjamín Franklin: Donde hay matrimonio sin sexo, habrá sexo sin matrimonio

4.- Infidelidad. Todo un tema. A mí me gusta abordarla como un síntoma: como la consecuencia de un matrimonio que ya no funciona.  Y si bien no son pocos los que opinan que una aventura amorosa puede ser el ingrediente que salve a un matrimonio en crisis… (también es todo un tema), el abordaje propuesto por Alejandro Dumas (hijo), se antoja provocador: “Las cadenas del matrimonio son tan pesadas que para llevarlas son necesarias dos personas, y, a veces, tres.” Así pues, desde ésta perspectiva, la infidelidad es un asunto cuestionable, pero resulta desafortunado despresurizar la conciencia confesándola innecesariamente. Otro campo minado… 

5.- Deslealtad. La teoría triangular del amor del psicólogo estadounidense Robert Sternberg caracteriza el amor en una relación interpersonal según tres componentes diferentes: intimidad, pasión y compromiso. El primero de éstos componentes es definido operacionalmente como el sentimiento de proximidad, comunicación y vinculación existente en una relación. Para muchos, esto es sinónimo de amistad, y también para muchos, un amor de pareja sin amistad, sin complicidad, es una verdadera desgracia. Deslealtad es traición, y realizarla tiene un precio. No es lo mismo que te digan: …si te quiero es porque sos, mi amor, mi cómplice y todo, y en la calle codo a codo, somos mucho más que dos… y que con el paso del tiempo te canten: …tengo la camisa negra, ya tu amor no me interesa, lo que ayer me supo a gloria, hoy me sabe a pura mierda…

6.- Adicciones y trastornos compulsivos. Este punto Carla de la Lá lo aborda de manera magistral. Por eso la cito tal cual: Son incontables las patologías que pueden acabar con la pareja entre drogas, alcohol, ludopatía, vigorexia, tanorexia, ortorexia…. O las muchas clases de descontrol de impulsos. Hazte un favor y no dediques tu vida a alguien que tiene más problemas que tú.

Date prisa mi vida, he reservado en el mejor restaurante… langosta y chardonnay, como a ti te gusta.

– Lo siento, pero me bajo a nadar en la piscina del hotel, además no quiero comer hoy.

– pero si fuiste al gimnasio en Hermosillo… Y has desayunado zumo de espinaca…¿hace cuántos meses que no salimos tú y yo?

– es que estoy gordísima, fíjate la panza que se me ha puesto por estar 2 horas sentada en el carro… Come tu… después iré a correr y más tarde al sauna .

– yo también debería correr, en dirección a mi abogado.

7.- Maltrato más o menos evidente. De la variante física todos estamos de acuerdo en que se necesita estar enfermo para aguantar a quien nos agrede de ésta forma, violencia por cierto, relativamente fácil de comprobar. Pero, ¿y el maltrato psicológico?, ese que te nulifica, que te hace menos, que te transforma en un cero a la izquierda.  En estos casos en cuanto se pueda…, pajaritos a volar. 

8.- Holgazanería.  Nadie está exento de una racha de mala suerte y sobra decir que el otro estará con él (o ella) como reza el mandato bíblico: contigo en las buenas y en las malas. Pero cuidado con alguien al que siempre le va mal. Un(a) huevón(a) es un lastre del que hay que deshacerse a la mayor brevedad. A esos (esas), que los (las) mantenga el gobierno. No tienen remedio. 

9.- Mamitis adulta. De nuevo Carla de la Lá, lo describe de manera soberbia: Antes un marido con VIH que con mamitis aguda porque detrás siempre hay un hombre inmaduro que teme crecer y tomar sus propias decisiones. 

– Date prisa mi vida, he reservado en ese restaurante que nos encanta… langosta y chardonnay, lo que más nos gusta.

– Espera, voy a llamar a mi mamá, a ver si le parece bien. […] Dice que es muchísimo mejor el steak house y que no comamos marisco que nos va a sentar mal. Y que no se nos ocurra bañarnos sin haber hecho la digestión. Y que no se te olvide darme la crema factor 50 en la nariz, que luego se me quema.

10.- Inmadurez o anomalías en el manejo del dinero. Tener el codo duro, o el extremo opuesto, ser un fanfarrón ostentoso son hoy en día grandes causales de divorcio. Eludir las responsabilidades y afanarse en gastar en banalidades no deja nada bueno. Mañana le pongo rines cromados a mi camioneta, y que en la casa se esperen al mes próximo para mandar impermeabilizar el techo de la casa, al cabo que estamos terminando agosto y ya le queda poco al verano…

Sin duda, hay otras muchas causas (“incausadas”) que poner sobre la mesa, pero creo que con estas diez bastará para divagar en éste mes del amor. 

Salud y paz. 

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